Las crêpes son originarias de la región de Bretaña, al oeste de Francia, en donde se llaman krampouezh; actualmente es un plato consumido a diario en todo el país, especialmente en el Chandeleur o Fiesta de la Candelaria, como parte de la tradición local (habitualmente se sirven acompañados de sidra). En esta región francesa se distinguen dos platos parecidos: las crêpes elaboradas con trigo candeal y generalmente reservadas a los dulces y las galettes elaboradas con trigo sarraceno (o alforfón), en general reservadas a rellenos salados. Este tipo de trigo oscuro fue traído a Europa de China y a su paso por Europa Oriental dio origen a una comida similar, los blinis.

En Europa Central, se llama palačinka (República Checa, Serbia, Croacia), palatschinken (Austria), palachinca (Bulgaria) o palacsinta (Hungría), términos todos derivados del latín placenta. Según los estudios realizados, el origen de este plato se halla en la época del Imperio Romano, y las naciones que surgieron en sus antiguas provincias eventualmente continuaron preparándolo a través de los siglos. En la mayoría de las regiones alemanas es pfannkuchen y en neerlandés pannenkoeken (que proviene de unir las palabras ‘sartén’ y ‘torta’).

Los ingredientes comunes de esta masa cocida son: harina plana (no de fuerza), huevos, leche, aceite, sal y, opcionalmente, azúcar. El crepe se obtiene por la cocción de la pasta extendida en forma de disco y cocinada por sus dos caras, hasta que se dore.